MALVINAS 2000 - Capitulo I - Página 004
segurmente tomando algunas fotos, lo que es bastante común en ese campo de cráteres de Río Cuarto. Miré mi reloj, ¡habían pasado casi tres horas desde que me recostara...!, realmente pensaba que sólo transcurrieron minutos. Tomé mis cosas, el huevo, y llamé a la Ñata para retornar a mi hogar en la ciudad. El viaje de sólo cuarenta minutos me pareció una eternidad, quería llegar rápido a casa para comentar este inaudito hallazgo con mi familia. Realmente me sentía muy confundido, pero con una sensación indescriptible de tranquilidad y bienestar, tal como nunca la había experimentado en mi vida, ni siquiera en los mejores momentos; esto de por sí me hacía muy feliz. Ni bien llegado a mi hogar, bajé el huevo de la camioneta y se lo mostré a mi esposa Alicia, relatándole pormenorizadamente todo lo sucedido. Ella también comenzó a sentir esa hermosa y rara sensación de paz y bienestar, lo que la puso muy contenta. Decidimos comentar lo sucedido con nuestro hijo Marcos, que también vive en Río Cuarto. Para ello fuimos hasta su departamento y le narramos todo, pero no pudimos mostrarle el huevo, pues lo habíamos dejado en casa. Lo que más le llamó la atención, fue esa supuesta sensación de paz que Alicia y yo sentíamos, ya que a él no le sucedía lo mismo, por lo que convinimos regresar los tres a casa para observar si al estar cerca del huevo, también le ocurría algo similar, o si por el contrario era sólo una sugestión nuestra. Ingresamos a nuestro hogar y de inmediato fuimos a verlo. Lo habíamos dejado sobre la cama de mi habitación. Lo observó cuidadosamente, notó también esa sensación como de un metal frío y una superficie totalmente lisa al tacto, del tamaño de unos cincuenta centímetros, con sus dos extremos exactamente iguales entre sí, sin advertir ninguna imperfección, y menos aún algún indicio para poder desarmarlo o acceder a su interior. En ese momento se dio cuenta que estaba experimentando la misma sensación que nosotros le habíamos descrito, pero no con la intensidad que supuestamente sentíamos. Igualmente era como una tranquilidad interior total que lo hacía estar realmente bien. Mientras cavilábamos los pasos a seguir entre los tres, llegó nuestro hijo mayor Gustavo desde Córdoba, donde reside y trabaja; de inmediato lo enteramos de todo y se lo mostramos. Lo observó con suma atención, y al igual que Marcos, sintió esa misma sensación, pero algo disminuida con respecto a la que sentíamos Alicia y yo. |
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